sábado, 19 de mayo de 2012

¿Un arte mítico?

Si hacemos una simple revisión al historial de este blog, queda al descubierto que conforme pasan los años escribo menos. No por falta de interés, sino por carencia de tiempo y una ocasión fundamentada de escritura. Entonces, pues, he considerado exponer a los lectores algo que he bautizado como "microentrada"; a saber, la expresión de una mera insinuación de problema, una idea al pasar, pero importante al fin, una reflexión: nada desarrollado ni mucho menos riguroso en su proceder, aunque de origen, sí, medio crítico medio y activo. Un Twitter más extenso, si se quiere, con la misma libertad de narrativa, pero en un espacio en decadencia desenfrenada, como lo es el blog.
Entonces empiezo. La primera cuestión que he pensado durante estos meses es acerca de una característica transversal de la obra de arte japonesa (asumiendo que la hay, o sea, bajo el prisma de que nos enfrentamos a una condición de arte, podríamos suponer que hay ciertos elementos que dan cuenta de una línea conductora de las transformaciones estilísticas de los soportes artísticos), en tanto que me llama la atención dos cuestiones, una a nivel material, contextual, y la segunda valorativa. 
En primer lugar, me da vueltas cada vez que indago sobre el arte de Japón la concepción del arte mismo, dado que no es inscrito en el imaginario sino hasta la segunda mitad del siglo XIX, por lo que anteriormente hablábamos de suerte con un conjunto de gremios de artesanos y de monjes congregados en espacios cerrados, salvo el caso de la producción citadina, cortesana y señorial. De allí uno bien podría considerar viable esta frase marcada por fuego, muy repetida en los libros sobre arte japonés y por investigadores locales y occidentales: "una obra ligada a la vida, una obra que está unida a la intimidad del pueblo". Bien cabe acepartala, si nos planteamos por contrapartida que el ingreso del concepto de arte hace la separación entre vida, praxis y objeto, en la medida que el arte configura un sistema síginico que se diferencia a la estructura de relaciones del lenguaje en la esfera cotidiana, a través del método del desplazamiento. De otro modo, el arte como acción política es la desestabilización de una estructura de semiosis instaurada.
Lo segundo que me intriga, complementando lo anterior desde otro plano, es el Shinto como institución, no religiosa, pero sí con un orden de lectura mítico. Me explico: aquí nos enfrentamos a una producción artística inmersa en la vida cotidiana de una sociedad, esto es, en contacto íntimo con las relaciones más básicas de producción de cultura y de sentido, y que a su vez está sostenida por una religión animista ancentral que regula los enfoques de percepción material y espiritual de la realidad. Entonces, cabría interrogarse sobre la posibilidad o la implicancia de suponer que los objetos artísticos en particular, y los elementos culturales pertenecientes a esta estructura teológica, están fuertemente imbricados por un repertorio cohesionador de la multiplicidad de sentidos sobre la medida de lo infinito desde la óptica de lo finito. 
Dicho de otra manera, y para terminar: considerando la producción artística hasta antes del siglo XIX congregada a la esfera cotidiana, pública en el sentido más amplio del término, ya sea a nivel de corte, a nivel de castas militares, políticas, campesinado y a una progresiva burguesía mercantilizada, además de sostenerse esta situación a un sistema animístico fuertemente arraigado, es absolutamente viable proponer, y casi inevitable de pensar, que el arte japonés no es sino un profundo proceso hierofático desatado y, en consecuencia, la obra artística se configura como una hierofanía transversal a cualquier época en la historia. Así, en efecto, en un pueblo donde pareciese que el fuerte sentido de relación con el cosmos hace que la cultura sea una directa consecuencia de la religión, y no al revés, esta posición apunta a señalar (no sin pulir muchas asperezas) que sus productos, como el arte, evidencian fundamentalmente la síntesis del pensamiento humano, del orden particular, sobre el ímpetu de comunicación y percepción  de lo sacro y absoluto; y éste, a su vez, compadece como la circunstancia material de su aparecer. Esto es, en el fondo, el problema sobre el arte como hierofanía y su interpretación desde el enfoque del mito.
Dejo enunciada esta sospecha.



0 comentarios: