La pintura que se desarrolla en Japón, alrededor del siglo IX, marca un distanciamiento con la influencia del continente, específicamente la China que, desde ya varios siglos atrás, era el modelo de los artistas japoneses. Este quiebre o, en cierta medida, emancipación de la pintura nipona, tendrá profundas consecuencias en los siglos venideros y en la conformación de una identidad artística propia. En este sentido, conviene señalar, primero, la manifestación de la pintura japonesa antes del budismo y su desarrollo después de su llegada, hasta el siglo IX, de manera general. Luego, aproximarse al contexto social y político del mencionado siglo, tanto de Japón como China para mostrar, sin entrar en grandes detalles históricos, los factores más importantes que gatillaron el distanciamiento entre ambos países. Esto, evidentemente, se reflejará en el arte, en la denominada japonización de la pintura, y el comienzo de la era Heian (平安時代 ).
La primera manifestación de la pintura japonesa se encuentra en el período Kofun (古墳時代), alrededor del año 250 de nuestra era. Están ubicadas, junto a una gran cantidad de bajorrelieves, en las cámaras funerarias de los grandes señores en la parte norte de la isla de Kyushu (九州). Las pinturas están concentradas, principalmente, en dos recintos funerarios: la tumba real de Otsuka (大塚) y la tumba de la villa Takehara (竹原市 ). Dichas pinturas están realizadas con diseños geométricos y abstractos, pero se distinguen representaciones de animales y seres mitológicos, pintados con cinco tipos de colores: verde, rojo, amarillo, blanco y negro. En la tumba de Otsuka las pinturas son principalmente decorativas: soldados arriba de caballos recortados del muro por diseños abstractos y líneas geométricas. En esta tumba hay una clara tendencia a rellenar los espacios vacíos, cuyo resultado es la superposición de diseños y ornamentos. Por otro lado, la tumba de la villa Takehara presenta motivos más abstractos y simbólicos: caballos que representan la tierra, una nave en el mar, un dragón en el cielo, elementos que se interpretan como el deseo de tranquilidad del difunto en su paso a un mundo suprafísico. En este caso, la forma en que se representa la imagen es más cercana al estilo que tendrá Japón en los siglos posteriores, dando importancia a la simpleza de las formas y los espacios vacíos.
En el siglo VI, comienza el primer período budista de la historia de Japón, la era Asuka (飛鳥時代). Específicamente en el año 538, el budismo llega a las costas japonesas, trayendo una nueva filosofía y doctrina religiosa que resultó muy atrayente al pueblo nipón. Respecto al arte, el budismo trae consigo la caligrafía y la iconografía de la religión, inexistentes hasta ese entonces en Japón. Ambos elementos se verán íntimamente relacionados a lo largo de toda la historia. Sin embargo, al principio, la pintura japonesa tuvo problemas para aceptar si similar chino, pues, en el continente la pintura budista tenía como fin la presentación de pensamientos y reflexiones profundas de las doctrinas de dicha religión, pero en el caso de la pintura nipona el efecto no fue el mismo, debido a que el japonés no estaba acostumbrado a una filosofía tan compleja como la budista. Como consecuencia, la pintura empezó a carecer de contenido y se transformó en pura forma ornamental.
Tuvo que pasar el período Nara (奈良時代), hasta el año 784, para que la pintura que se desarrollaba en Japón lograda un nivel técnico y artístico igualitario al chino. En este período se desarrollan grandes pinturas colgantes, llamadas kakemono (掛物). Dichas pinturas lograron reflejar fielmente la iconografía china, tanto en las formas de los modelos y la técnica usada (tinta china sobre papel de seda). En esta instancia de desarrollo ya se realizaban retratos de personajes y el diseño de paisajes había alcanzado gran prestigio. Aún así, la expresividad del arte nipón que siglos atrás mostraba en abundancia, en este período estaba subsumido en la técnica china. Sin embargo, los acontecimientos de la era Heian traerán grandes transformaciones en la pintura: su principal cambio será la japonización de la misma. Pero primero, veamos dos factores importantes que propiciaron estos cambios.
1- El emperador Kammu (桓武天皇) decide transladar la capital del país, Nara, a la ciudad de Heian-kyo, la actual Kyoto (京都). Este cambio estratégico se debió a la gran asimilación de la cultura china que tenía Japón, sobre todo del budismo, corriendo el riesgo que la corte del emperador fuera absorbida por la religión china. Este cambio de capital tiene un transfondo mucho más radical: el emperador quería fundar un nuevo gobierno, basado en legislaciones y leyes creadas por él, dejando de lado las formas de gobiernos chinas, que hasta entonces regulaban el acontecer político japonés. Además, en aquella época, la familia Fujiwara (藤原氏) ostentaba gran poder al tener influencia directa en la corte, y mantenía la tranquilidad política y social de Japón. Kyoto se transformaría en la ciudad de las artes y la concentración de la corte imperial.
2- Por otro lado, en China el budismo era perseguido y los templos, asi como los monjes que practicaban dicha religión, eliminados. Japón no tardó en responder al acontecer del continente y, a finales del siglo IX, decide terminar las relaciones con China. Sin embargo, las relaciones entre monjes budistas chinos y japoneses seguían existiendo. Estamos en presencia de los últimos tiempos de la dinastía T'ang (唐朝).
Ante este panorama, Japón adquiere la suficiente confianza como para independizarse de la cultura china, que estaba ya fuertemente arraigada. Además, tenía la aprobación del emperador y el poder político de los Fujiwara para tal acción que, sin duda, marcará un nuevo proceso en la sociedad nipona. En el caso del arte, este se desarrolla fundamentalmente en Kyoto, donde se privilegiaba la cultura y la educación por parte de la aristocracia que allí estaba asentada. El gran cambio que se originó fue la japonización del arte. En cuanto a la pintura, se manifestó en el surgimiento de la gran escuela de pintura llamada Yamato-e (大和絵). En realidad, el nombre de Yamato-e es la denominación de la pintura japonesa que se separa de la influencia china. Dicha separación se materializa en los motivos de las obras: la inspiración se basa en modelos naturales de Japón, fomentando los valores nacionales y cultivando una identidad propia. Se pueden distinguir cuatro motivos diferentes: las inspiradas en paisajes japoneses, las que plasman los trabajos del año, aquellas atraídas por la literatura nipona, y por último, las que tenían motivos relacionados con las estaciones del año. También se produce un cambio en la forma de representar los motivos, pues, nuevamente aparece la fuerza expresiva de períodos anteriores, dando más importancia a la imaginación del artista; vuelve la simpleza de las formas, la carencia de detalles y ornamentación excesiva. En este período, el arte se re-produce desde el punto de vista del japonés, al servido del mismo y con una perspectiva particular, dejando de lado la imitación de China, pero no olvidando totalmente los motivos religiosos chinos, ni la técnica artística que los vecinos del continente trajeron al archipiélago.