Este año los ciruelos en flor de nuestra facultad han florecido a fines de agosto. Generalmente permanecen invisibles a nuestros ojos hasta mediados de septiembre. Sus ramas desnudas presentan una imagen desolada y olvidada en el resto del año. Pero, desde hace unos cuantos días, los ciruelos muestran unos pequeños y tiernos capullos blancos que decoran abundantemente sus cuerpos. Una imagen cercana, aunque no igual, a la observable en Japón a finales de marzo. Sin embargo, es un paisaje que tiene su propia gracia y belleza, y, por qué no, su propia atmósfera seudonipona. Y es que debiera tenerla, pues, por lo menos se trata de una facultad de artes. Algo especial y poético. Una opinión un tanto romántica de una escuela post-academicista, pero agradable de pensar.
Con todo y más, estos ciruelos en flor nos invitan a relajarnos y despreocuparnos de los problemas cotidianos. Nos incitan a relacionarnos con ellos con humildad en la simple contemplación de sus capullos. Y, así mismo, nos remiten a los orígenes de una de las culturas más hermosas que conozco. Pequeñas bellezas son, y que por cierto, muchas veces pasan desapercibidas ante nuestros desatendidos ojos.
http://www.gonzalomaire.0fees.net/2008/06/el-hanami-mas-alla-de-los-cerezos/