En estas imágenes aparece un intento de acercamiento a una forma de comprender la realidad propia del pueblo japonés. Y si bien ésta jamás sea completamete aprehendida por mis ojos y mi pensamiento, el mero hecho que ejerce mi voluntad de acercarme a su contemplación merece el valor del esfuerzo.
Asimismo, al igual que el año pasado, veo con tristeza que nuevamente los ciruelos en flor de nuestra facultad han pasado desapercibidos para la mayoría de nosotros. Y en tan sólo dos o tres semanas no quedará nada de ellos hasta el año que viene. No debe pensarse aquí que mi intención sea imponer una manera de pensar a la fuerza, pero me llama la atención que este tipo de eventos no tenga un gran impacto en el círculo estudiantil. Al parecer, la fiesta de la primavera que alguna vez se celebrace no ha dejado raíces en los tiempos actuales.
Por mi parte, acorde con la atmósfera melancólica de estas fiestas, sólo resta preguntarme si el próximo año seguirán las mismas personas transitando por los pastos, las salas, los pasillos. Quiénes serán las nuevas generaciones y si estaré allí para fotografiar estos árboles.
Tal vez, después de todo, ésta sea la esencia de contemplar los capullos florecidos. Y tal vez aquí en Chile, por ahora, sea un evento individual más que colectivo.