sábado, 31 de diciembre de 2011

Yo te pido, si aún eres hombre*.

Meditando en Seoraksan, Chiaksan, Gyeryongsan, Gyeongju, Wolchulsan, Dadohaehaesang y Hallasan.

Hombre, si de verdad te acuerdas,
si de verdad en ti persiste una resonancia, una hermosura, una palpitación, un golpe rotundo,
de cómo fue que llovía, de cómo tronaba el aire en la tierra silvestre,
y de cuántas gotas se formaba el rocío de todas las auroras,
yo te pido que te levantes,
y que de tus manos se concentren formidables nubes, truenos regios, borrascas rabiosas,
que hagas llover nuevamente sobre las pobres cenizas del agua.

Hombre, si en algún escondrijo de tu pequeña alma
todavía el follaje es un verde deslumbrante o se sostiene como una fresca manzana,
y si cada hoja amarilla se acuna sobre tus pasos, siendo únicamente tú y ella,
y si en tus cabellos nacen racimos de fruta,
yo te pido que vuelvas a escuchar, a tener sonido rectilíneo,
a guardar silencio imperioso,
para las aves que en sus ramas hicieron tristes nidos, la última fortaleza,
y que oigas, Hombre, sus lamentos sobre las plumas sanguinarias de sus padres muertos.

Hombre, si en tus ojos la espuma todavía navega sus navegaciones vencedoras,
y si el mar en tus sueños es insoluble con sus peces, hombre, si aún
por accidente las caracolas rugen su arquitectura de sublimes olas, o una desgarradura de algas
yo te pido que desemboques los ríos de tu alma sobre el planeta,
y con tus cauces voluntariosos le des al océano su manto azul, sus menesteres, su rosa marina
y que borres con el crepúsculo de la costa, lo que renunciaron en la arena profanada
el Hombre, y los hombres, las gaviotas y las desmanteladas máquinas.

Hombre, si todavía en ti hay aire,
guárdatelo un poco, de manera clandestina, para que recuerdes su castillo delgado, su cintura invisible, su dulzura,
y no te olvides que ya no existe,
Hombre, si honestamente se te hace familiar la boca de la atmósfera, dile que no se aleje
a ninguna latitud,
que nos espere, que allá vamos, sin motores, sin quemaduras,
y si de tu boca el aire es un beso, un suave depósito indomable,
yo te pido que beses al viento y le cantes la delicia de las aves.

Hombre, si en ti aún está la historia de la tierra,
si dispusiste de tu cuerpo el barro y la arcilla, y de todo movimiento siempre atesoraste
la condición de un alfarero,
Hombre, yo te pido por la vida de todos,
que no le permitas ser a los saqueadores, a los invasores, a los traidores,
y déjale al Hombre ser un sembradío, una verdura, una geología oceánica o un corredor
de resistencia subterránea.

Cascada Biryongpokpo en el Parque Nacional Seoraksan, cerca de Sokcho, Corea del Sur.
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* Este poema surge a raíz de la catástrofe acaecida en el Parque Nacional Torres del Paine, así como de la negligencia internacional en la protección del medio ambiente. También es una decepción personal del hombre.