Extracto
de la investigación realizada para la tesis de grado de la Licenciatura
en Artes Mención Historia y Teoría del Arte, titulada: "Puesta en valor
de la colección de Estampas Japonesas Clásicas del Archivo Central
Andrés Bello de la Universidad de Chile". Santiago de Chile, año 2011.
© Gonzalo Maire.
Registro de Propiedad Intelectual N°: 205469
Registro de Propiedad Intelectual N°: 205469
En el año Keicho 8 (1603) se instaura un nuevo shogunato en Japón, encabezado por Tokugawa Ieyasu (徳川 家康). Este nuevo gobierno centralizado se identificó por perseguir al
cristianismo que clandestinamente se propagaba por Japón, fomentado además por
los comerciantes portugueses y españoles residentes en el archipiélago. Ieyasu “decidió desterrar a todos los
misioneros, destruir todas las iglesias y obligar a los cristianos a
convertirse otra vez al budismo”[1],
con el resultado del quiebre en las relaciones económicas con España y
Portugal, mientras que los holandeses
debieron residir en una isla artificial. Por otra parte, se trasladó la capital
de Kyoto a un pequeño pueblo de
pescadores llamado Edo (江戸). Allí se alzó una ciudad militar, comenzando
en consecuencia por el castillo, los templos y las viviendas de los cortesanos
y los guerreros samurái o bushi (侍). Finalmente, en la periferia se
encontraban los campesinos y los artesanos. De tal manera que, en poco tiempo,
la ciudad se llenó de trabajadores, que a su vez atrajo a comerciantes, dando
como resultado, a excepción de los sectores aristocráticos de la ciudad, una
sociedad burguesa y mercantil mayoritariamente de hombres. Sin embargo, la
ciudad al poco tiempo sufrió un gigantesco incendió, que se originó desde el
castillo y terminó por destruir prácticamente todas las viviendas. Aquello
ocurrió en el año 1657. Este evento propició que la ciudad fuera nuevamente
reconstruida, consintiendo la expansión comercial de las ciudades cercanas que
invirtieron sus recursos para la nueva ciudad. En este punto, los libreros más
importantes, que se caracterizaban por ilustrar libros clásicos establecieron
nuevas sedes en Edo. Tal es el caso
de Tsuruya, Masuya, Yamagataya y Urokogataya.
«Artistas en una casa de citas» de la serie «aspectos
de Yoshiwara».
Autor:
Hishikawa Moronobu. Formato:
Xilografía (sumizuri-e). Periodo Edo
(1616-
1868).
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Los libreros tenían experiencia en la
generación de estampas, primero publicando textos chinos y budistas, luego en
el siglo XVI la técnica se perfeccionó al utilizar planchas de maderas para las
copias, posibilitando generar un gran número de láminas de bajo costo y
excelente calidad. Desde este momento también se promueve ilustrar literatura
clásica japonesa, como el Genji
Monogatari (源氏物語), escrito en el siglo XI. Con el surgimiento de estos libros
ilustrados aparecieron algunos ejemplares sobre la vida de los barrios del
placer o de gente famosa de la ciudad. Como botón de muestra: los libros sobre
la vida del barrio Yoshiwara (吉原), el barrio del placer, fue una de
las publicaciones de mayor demanda. Además, los libros de sexualidad abundaban
en el mercado gracias a la buena acogida entre los grandes burgueses. Estos
libros mostraran escenas explícitas de parejas teniendo relaciones sexuales,
indicio que dio a entender que “el
público se sentía harto de los detalles de los simples libros sexuales y
deseaba algo más extremoso”[2];
siendo éste el punto de inicio del Ukiyo-e,
paralelamente con la aparición masiva de las geishas(芸者) en distintos puntos de Japón. Ellas, en primera instancia
artistas, se expresaban a sí mismas: “aunque
soy una prostituta, no quiero vender mi cuerpo por dinero”[3],
dado que dentro de sus múltiples funciones se encontraba entretener al
cliente con juegos y danzas, además de saber escribir poesía, tocar algún
instrumento y saber preparar la ceremonia del té, siendo lo último los favores
de tipo sexual, aunque sí es efectivo que usualmente se desarrollaban amoríos
con los clientes, mal vistos por la sociedad. A partir de estos dos elementos
entrecruzados, la erótica que se manifestaba en estos libros deleitaban el
gusto burgués dedicado a la fiesta y el sexo, para luego expandirse en poco
tiempo hacia una idea mucho más universal: el goce por la vida del mundo popular;
muchachas, actores, paisajes y la naturaleza rústica.
«Barrio Yoshiwara en Tokyo». Formato: fotografía. Autor: anónimo. Año 1890. |
Hishikawa
Moronobu (菱川師宣), quien trabajó aproximadamente en 1676 y 1681, se considera el
primer representante del Ukiyo-e. Este
artista, caudillo de nacimiento, tuvo su formación estuvo a cargo de la escuela
de Tosa y Kano, de orientación decorativa y tradicionalista; sin embargo, Moronobu dedicó su vida a retratar la
cotidiana que ya estaba asentada y en pleno desarrollo en la ciudad de Edo, como así también los barrios del
placer y las cortesanas, modelo adoptado de los espacios rojos de las ciudades
de Kyoto y Osaka. El estilo que Moronobu
fundó lo denominó, en primera instancia, Yamato-Ukiyo-e, combinando el concepto de “el mundo flotante” con
el de “Yamato” que evoca hasta el día
de hoy a la pintura japonesa clásica que se separaba de la continental por el
uso de modelos y materiales propios y autóctonos en las representaciones
pictóricas. En un comienzo no firmaba sus obras, pero ulteriormente empezó a añadir
una firma que indicaba su nombre junto con un sello de similares intenciones.
Ambos elementos serán una norma para los artistas que aparecerán. Por otra
parte, existía un sello complementario que era de censura, puesto que el
gobierno tenía un plan de vigilancia mucho más acucioso que el anterior, y
registraba cada una de las obras que se editaban con el fin de detectar
mensajes o intenciones contra el sistema. Sin embargo, por la cantidad de obras
eróticas que se publicaron, al parecer este tema no era objeto de custodia ni
opresión por el shogunato, no así el
cristianismo, por ejemplo, calificado de un peligro para la estabilidad
gubernamental.
«Un picnic». Autor:
Hishikawa Moronobu. Formato: pergamino,
tinta
en
papel. Periodo
Edo (1616-
1868).
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Luego
de las obras de Moronobu surge un
nuevo tipo de estampas de variados colores y con la posibilidad de mezclarlos y
degradarlos, llamado nishiki-e
(pintura de brocado); tal fue el resultado de la perfección alcanzada por Suzuki Harunobu (鈴木春信). La realización de esta técnica se
conseguía a través de la superposición de hasta diez planchas de madera. Con la
muerte de este artista se encabeza un auge por la colección de estampas sueltas,
antes recogidas en publicaciones de hasta doce láminas, que da origen a una
serie de géneros dentro del Ukiyo-e,
artistas de renombre y escuelas, lo que se conoce como la edad de oro del
Ukiyo-e (siglo XVII y XVIII). Entre los artistas
que se consideran más sobresalientes, dentro del género que cada uno de ellos desplegó,
se sugiere a la escuela de Kiyonaga (鳥居清長), dedicada a las representaciones de
actores del teatro Kabuki, junto con Tōshūsai Sharaku (東洲斎写), el artista de mayor renombre dentro
de este género; Utamaro (喜多川 歌麿) y las estampas dedicadas a las mujeres hermosas de la época, diferenciándose
del resto porque las personificaba generalmente en un pose sedente, además de
crear un nuevo tipo de encuadre denominado Okube-e,
es decir, representaciones de busto. Finalmente, cuando aparentemente la
estampa se reducía a una copia de modelos antecesores, aparecen en la escena Hiroshige (歌川広重) y Hokusai (葛飾 北斎), innovando en la representación del paisaje que se elaboraba
principalmente como panfleto para las excursiones o peregrinaciones,
generalmente budistas, en calidad de instrumento de orientación y ayuda en el
transcurso del viaje. Hokusai es el
creador de una de las series más reconocidas internacionalmente, “Las treinta y
seis vistas del monte Fuji” (富嶽三十六景), de 46 láminas formalizada en la
vejez del artista y elaborada con azul de Cobalto, color altamente cotizado en
la época por su elevado costo.
«La gran ola de Kanagawa». Serie de «Las
36 vistas del monte Fuji». Autor: Katsushika Hokusai. Ukiyo-e. Periodo Edo (1616- 1868)
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La decadencia del Ukiyo-e comenzó, curiosamente, cuando tuvo su mayor oportunidad de
expansión: el final del shogunato y
la apertura de los puertos japoneses al comercio con Occidente durante la
Restauración Meiji (1868). Llegado a
este punto, en el campo artístico abundaba la repetición de viejos esquemas
compositivos, en cuanto a la estampa japonesa, y la sociedad japonesa tuvo la
curiosidad y el entusiasmo en importar todo tipo de objetos culturales y
tecnológicos al país desde Occidente, entre ellos la cámara fotográfica y la
pintura al óleo. De esta manera, aquellos formatos obtuvieron mayor popularidad
entre el japonés que, poco a poco, fue exigiendo menos producción de estampas
japonesas. La razón se debe a la innovación que representaban los inventos
europeos, a la par de las posibilidades técnicas y artísticas, que ofrecían un
aire renovador a una cultura recientemente abierta al continente y a Europa
después de más de 250 años de aislamiento. Sin embargo, por contraparte, gracias
al comercio imperante y la mayor libertad de fluyo cultural entre los países
con Japón, se dieron las condiciones de posibilidad de exportar estas láminas
fuera del archipiélago, muchas veces como papel que envolvía los regalos a
Europa, para luego ser enviadas como objeto cultural que llamaría poderosamente
la atención del hombre occidental. Este ha sido, finalmente, en palabras de Mitsunobu Sato, un arte de las estampas
que existieron “estrechamente unidas a la vida de las ciudadanos”[4].
«Mujer pintándose los labios». Autor: Kitagawa Utamaro. Formato: Ukiyo-e,
tema Bijin-ga. Dimensiones:.
39 x 26 cm.
Periodo Edo (1616-
1868).
The
British Museum
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[1] Kaibara, Yukio. “Historia del Japón”. Fondo de Cultura Económica,
México, 2000, pág. 170
[2] Lane, Richard. “Maestros de
la estampas japonesa: su mundo y su obra”. Editorial Herrero, México, 1962,
pág. 40.
[3] Óp. Pág. 183.
[4] Mitsunobu, Sato. “Ukiyo-e: formación e historia”. En: Fahr-Becker.
“Grabados japoneses”. Editorial
Benedikt Taschen 1994, pág. 22.
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