lunes, 12 de septiembre de 2011

Presentación del libro "Bajo cerezos en flor 桜の木の下で" por Juan Jabbaz.

Sobre «Bajo cerezos en flor», Gonzalo Maire, MAGO Editores 2011:

Por Juan Jabbaz

«El método cinematográfico es usado en las escuelas japonesas como elemento para la enseñanza de dibujo. ¿Cuál es nuestro método para enseñar a dibujar? Tomar cualquier pedazo de papel blanco delimitado por cuatro esquinas y rellenarlo. (…) Los japoneses emplean un método totalmente distinto: el alumno —con un cuadrado, un círculo y un rectángulo— encuadra distintos fragmentos de, por ejemplo, la rama de un cerezo. ¡Y encuentra una toma cinematográfica! El cine que se aproxima a ese método organiza la realidad por medio de la cámara, modelando un fragmento de aquella con el hacha de los lentes».
Serguéi Eisenstein

No cabe duda que Gonzalo Maire se ha educado en esa escuela oriental de la que nos habla Einsenstein. La escuela de la observación. Llegar a lo general reconociendo lo insignificante: Distinguir la importancia de la ración, su valor en lo que a primeras parece total e indivisible. Darse cuenta (para luego contarlo) que si no existiese ese fragmento mínimo, el Todo definitivamente sería imposible, inalcanzable. Ahí es cuando este poeta chileno —utilizando tintes nipones— nos reúne con la semilla de un cerezo cayendo, el último rocío antes de arrojarse del árbol, un té que nace hervido…

En «Bajo cerezos en flor» se nos sitúa delicadamente frente a imágenes que rescata del anonimato para darles voz, para proyectarlas en el imaginario del lector, el encargado de finalizar la obra a través de sus propios medios, que tienden (tienen) a ser los mismos que utilizó el poeta. Observación, meditación y proyección. El poema, así, se convierte en un ser vivo e independiente. Lo que hace que uno pierda la noción de quién es el creador de la obra, y realmente da lo mismo. Somos todos y el poema es uno, infinito. Va adquiriendo rasgos ajenos para hacerlos propios: El alma de las cosas, del autor y del lector se convierten en la suya.

Entender ración como un apócope de racionalidad puede ser una de las claves para adentrarse en la poesía de Gonzalo Maire, y más precisamente a este libro en particular, su primero. El otro día, en una entrevista que tuve la oportunidad de hacerle, estábamos abarcando las necesidades que generaron la escritura y publicación de «Bajo cerezos en flor» y también las necesidades que esta obra podría llegar a cubrir a través de la poesía, en un país tan occidental como Chile. Llegamos al punto en que le pedí que nombrara algunos de los elementos de la cultura japonesa que se podrían bien adaptar y adoptar en nuestra sociedad.

(En este punto debo aclarar que este ejercicio se hizo de una manera muy sutil, ya que Gonzalo encontraba que imponer cualquier tipo de comportamiento social o cualquier cosa que no estuviese en los códigos que actualmente se manejan en el país lo harían caer, a él o a cualquier autor que lo intentase, en una actitud netamente fascista, repudiable).

Destaco esta parte de la entrevista, debido a que el definir cuáles eran —para él— los elementos de la vida japonesa propicios para considerar, contribuirá a entender mejor la postura del autor y el proceso de trabajo y vida que lleva. Respondió:
      
«La cortesía y la prudencia son dos de ellos. Muchos creen que el exceso de ellos hace que los japoneses sean fríos, pero no lo veo de esa manera. Ellos no demuestran sus emociones, que es diferente a sus sentimientos. Nosotros somos personas que no nos sabemos controlar y hacemos estallar las emociones como un torrente, somos muy desequilibrados. El japonés es diferente, puesto que busca un equilibrio puede orientar sus sentimientos con más claridad y hermosura».

Son estos dos elementos: la cortesía y la prudencia, los que envuelven cada letra trabajada como un kanji en este poemario. Se reconoce un cuidado extremo del autor en el manejo de las palabras, de los conceptos. En la creación de ellas y en la ilustración de estos. Se me hace inevitable no mencionar las —constantemente citadas— palabras de Huidobro en su Manifiestos (Editorial MAGO, 2010) donde compara al poeta con un «pequeño dios». Acá Maire va más allá y reconoce, a través de la máxima del Yen, la posibilidad del hombre de crear vida y transmutar las cosas, y, ¿cómo lo hace?, lo susurra en la cita de un poema que leeré luego, donde trabaja la relación, el encuentro con una idea; el proceso de observación, meditación y proyección que mencioné antes. Un coito donde obviamente no participa solo la razón, sino que también los instintos, pero dirigidos a un objetivo claro: el poema. Estamos encontrándonos con el proceso de creación, un shodo occidental. Emoción y sentimiento, dosificados.

Fragmento de «Rinen (Idea)»   

¡Ah!
fue en ese relámpago que, por primera vez,
besé una idea:
Con mis dedos la acaricié de razón,
en el agua la unté de tinta y sello
y ella sin reclamar se desnudó para mí
como un caparazón de muchas cosas:
Vi su cuerpo abierto al hombre
lleno de encanto, de mañana, de copla…
-¡No te vayas!- le dije,
una vez ya hecho el amor:
Quédate en mi puño erecto,
en la comisura de los montes, bajo mi mano,
escríbete en ti y a mí

El libro está lleno de relaciones, o mejor, o también, de puentes que permiten que estas se produzcan. Con el transcurso de las páginas y de los versos se van reconociendo elementos propios de la cultura nipona que el autor va fusionando con raíces latinoamericanas. El libro, el autor y el lector se convierten en un puente intercultural elaborado a través de la poesía, de buena calidad, sólido, inédito y necesario. Creado al orden de cuatro puntos cardinales que en este caso vendrían a ser las estaciones del año, en estas, a través de lo erógeno del lenguaje (cualidad muy latina) nos paseamos, disfrutando y percibiendo: nuestro entorno, la búsqueda de la sabiduría, la relación con la muerte y el sentido estético.

Las posibilidades que presenta el vocabulario occidental necesariamente difieren con las que ofrece el japonés. Entonces, la relación amorosa entre lenguajes y estilos opuestos que realiza Maire se produce en base a estados afectivos. Donde el hablante —rito propio de la literatura— debe seleccionar la palabra y temática precisa, más cuando se ha propuesto el trabajo de importar estilos que no entraré a analizar deliberadamente, pero, que se caracterizan por estar regidos a la base de que cada verso contenga una cantidad de moras o sílabas determinadas. ¿Qué fue lo que hizo Maire? Me lo explicó el día que presentó el proyecto, antes de que lo leyera y me imaginara su amplitud. Se basó en el trabajo realizado por Luis de Góngora con el latín, para, por ejemplo, en el estilo Tanka, en vez de utilizar las sílabas determinadas, 5-7-5-7-7, usar la misma cantidad, pero de palabras. Sin alterar el fondo del estilo oriental, sin pasar a llevar tampoco la identidad del trabajo artístico que se realiza en esta parte del mundo. Una precisa occidentalización del estilo de vida y del arte japonés, o bien, una delicada orientalización del modo occidental.

Fragmento de Hashi (Puente de piedra)

¿Podías dos años imaginarte atrás
conocernos en un puente hecho de montaña?
¿Creerás que yo atravesé antes
las orillas confusas de la primera mañana?
¿Pensarías que en algún día
el agua construirá puentes y se lloverían?


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