miércoles, 28 de julio de 2010

Descargar artículo Revista Punto de Fuga n° 4

Adjunto el número 4 de nuestra revista anual sobre arte llamada Punto de Fuga. Hago especialmente hincapié, a la vez que justifico estas palabras, en el hecho que se incluye en este número un artículo de mi autoría. Si bien es especial para mí este ensayo, pues es mi primer texto relacionado con el arte japonés y también en mi carrera, debo señalar que deben leerlo con amabilidad y recato. En efecto, pido consideración porque es el artículo de un estudiante que cursaba solamente su primer año de universidad. Allí encontrarán errores propios de un  joven ilusionado con publicar sus ideas. Y en esa pasión se va mucho del cuidado formal. Ello no quiere decir que el texto no pasó por una edición, pero el escrito mismo acusa recibo de la inexperiencia propia de un estudiante recién ingresado. Dicho esto dejo a continuación el link de descarga directa.
http://arteuchile.uchile.cl/descargas/PuntoFuga4_V4.pdf

Finalmente, también dejo el link de nuestra revista. Ojalá disfruten de las publicaciones presentes en el número 4  de Punto de Fuga y las actualizaciones que prontamente se llevarán a cabo en la página web.
http://www.revistapuntodefuga.com/


martes, 27 de julio de 2010

El museo Nacional de Corea. Parte 1

Los antecedentes.
Desde comienzos del siglo XX Corea ha sido sacudida por violentos procesos sociales que han desembocado tanto en sistemas coloniales como guerras civiles. Por un lado, se encuentra la invasión japonesa en las primeras décadas y, posteriormente, el conflicto civil a mediados de siglo. Ante el panorama social de inestabilidad, el arte se ha abierto paso en el campo local como una vertiente reaccionaria y opositora en la contingencia coreana. Surgen, como consecuencia, movimientos que intentan ejercer una resistencia respecto al discurso estético contemporáneo japonés implantado a la fuerza en Corea. Y, además, se muestra un rechazo enérgico al conflicto civil que se origina después de la liberación japonesa en 1945. Art Informel desde fines de los años 50 hasta 1965, Arte Restaurador y expansionista desde fines de los 60 hasta 1975, Pos-Minimalismo, Pan-Naturalismo y Nuevo Imaginismo desde los años 70 hasta el presente, son las etapas del arte coreano contemporáneo. Movimientos que mantienen en común su posición revolucionaria respecto a los discursos artísticos traídos desde el archipiélago nipón y, por supuesto, también un intento por recobrar la identidad coreana extraviada.

Sin embargo, si bien puede apreciarse que la actividad artística coreana desde 1945 es bastante agitada y activa, respecto a sus ideales rupturistas, existe hay un elemento común que las une. Y es el hecho que cada una se inscribe en el contexto de la supresión de la Institución del Arte. El museo. En efecto, podemos pensar el museo como la imagen palpable de un acontecimiento mucho más profundo. Resultado de la desvalorización histórico-artística del legado milenario coreano – que cuenta con más de cinco mil años- por parte de sus habitantes. Dicha pérdida de conciencia y reconocimiento de la historia y la tradición artística de Corea se puede constatar en el peligro de desaparición que estuvo expuesto el patrimonio cultural de la península, así sea por los saqueos nipones, como también por el descuido de los propios coreanos. No es hasta 1997 – 44 años desde el fin del conflicto civil- que las autoridades de la península comienzan a mostrar entusiasmo en preservar el legado del país. Así, en el señalado año, se comienza a considerar la creación de un museo para albergar el patrimonio cultural de Corea. No sólo se comenzó a manifestar un reencuentro con la historia coreana, sino que se produjo una revitalización de las instituciones culturales. Comienza a gestarse una conciencia social sobre la identidad: la coreanidad. Concepto que hasta el día de hoy ocupa un lugar destacado en los debates sociales. En consecuencia, el Museo Nacional de Corea surge como una necesidad imprescindible en una sociedad que comienza nuevamente a tener estabilidad política.



Construcción del museo y su emplazamiento.
En resonancia a esta iniciativa de recobrar la identidad extraviada, el lugar donde se edifica el Museo Nacional de Corea no es casualidad. Muy por el contrario, es significativo para la historia del pueblo coreano. El área seleccionada es Yongsan, terreno se encuentra cerca del río Hangang y el monte Namsam. Una zona, por lo demás, que tiene una historia tanto cultural como bélica. En efecto, en el norte de éste se sitúan los cinco palacios principales de la Dinastía Joseon, el Monumento a la Guerra y la Biblioteca Nacional. Mientras que en el otro lado del río está el Centro de las Artes en Seúl. Y, así mismo, también esta zona constituyó el asentamiento de las principales bases militares a los largo de la historia coreana. Ya sean bases japonesas, Chinas o Estadounidenses. En consecuencia, el área escogida para el museo reviste una profunda idea de reconciliación y progreso. En ello, se busca superar el pasado represivo instalando un edificio que simboliza la recuperación de una identidad. Y, por otra parte, que manifieste la necesidad de la unificación. No en vano, cuando llegue el momento en que las dos Coreas se fundan, éste edificio será el centro cultural de la futura nueva nación.

Ahora bien, luego de seleccionar el lugar donde se edificará el museo, corresponde definir los criterios arquitectónicos para llevar a cabo tremendo proyecto. Al respecto, cabe señalar que el edifico anterior había sido diseñado con criterios japoneses, así como por arquitectos nipones. En este caso, por el contrario, sería construido por profesionales coreanos. Es en este momento que vuelve a salir a la luz el debate sobre la coreanidad. Es decir, sobre los valores estéticos que el pueblo coreano a tenido desde antes de las invasiones. Es así como, después de un concurso de propuestas de diseño, el arquitecto Park Seung-hong se adjudica el proyecto. Este arquitecto ha decidido reunir características de la arquitectura coreana tradicional con la tecnología más avanzada en construcción. Al explicar Seung-hon la idea central de su proyecto, lo define de la siguiente manera: “he pretendido expresar el dinamismo de Corea en la simpleza y honestidad que vemos en una simple pincelada”[1].

Un dinamismo que se expresa, finalmente, en 307,277 metros cuadrados de terreno y 137,089 metros cuadrados construidos. Con un costo final 410 mil millones de wones, es decir, unos 370 millones de dólares. Monto que erige al Museo Nacional de Corea en el sexto mayor del mundo, además de ser el primer país asiático en recibir al Consejo Internacional de Museos (ICO).

[1] J.S. Jahn . Crítico Arquitectónico. “En búsqueda de la esencia de la arquitectura coreana”. Revista Koreana. Vol.14 No.4. Invierno 2005.

viernes, 23 de julio de 2010

El budismo en el período Asuka: la escultura Miroku Bosatsu.


El período de Asuka (飛鳥時代) es, sin duda, uno de los períodos más importantes de la historia del Japón. Abarca desde los años 552 y 646 de nuestra era; tiempo en que el budismo llega a las costas niponas. Allí radica su tremenda importancia; Japón comienza a relacionarse con una religión proveniente de una civilización mucho más desarrollada, trayendo impensadas consecuencias sociales y culturales.
En los primeros años existió un rechazo hacia el budismo, ya sea por cuestiones políticas como sociales, que impidieron que esta religión se practicara en Japón. Sin embargo, la emperatriz Suiko (推古天皇) de gran influencia en la sociedad, tenía un principe regente, Shotoku Taishi (聖徳太子) quien era un propagador del budismo. En efecto, en el año 604 publica un decreto en que expresamente se decía que los habitantes del Japón debían adoptar esta nueva religión. En sólo cincuenta años desde aquel edicto, ya se habían construído templos budistas por todo el país; las personas habían adoptado una mentalidad progresista: todo cuanto ayudará a progresar a Japón era beneficioso. La amabilidad y el buen ánimo comenzaban a hacerse notar entre los habitantes, adoptando las principios morales del budismo.
En el campo del arte, tales cambios sociales y culturales que atravesaba Japón se iban a manifestar inevitablemente. Efectivamente, el budismo requería todo un sistema iconográfico y representacional que japón no poseía, pues el Shinto (神道) - la religión nativa de Japón- no necesitaba imágenes de sus deidades, salvo para complementar los rezos. Por ello, se comienza un progreso de creación de escuelas de las diferentes artes existentes, con el fin de producir las obras que necesitaban los templos budistas. Japón vive un proceso de tecnificación del arte gracias al budismo. Una de las primeras escuelas que surge es la de escultura, pues estas obras eran de máxima necesidad en los templos. Entre las muchas obras de escultura que se realizaron en este período, el Miroku Bosatsu (菩薩 弥勒) despierta un interés especial, porque refleja un estilo propio japonés, estableciendo una diferencia con otras obras budistas.
El Miroku Bosatsu es una escultura en madera que, al igual que todas las realizadas en este período, idealiza la forma humana, alcanzando la representación un rango divino. Sin embargo, ésta representa la siguiente particularidad: así como diviniza la formas, también las humaniza. Es esta tensión entre aquello sagrado - lejano- y aquello humano -cercano- lo que despierta tanto interés y fascinación. Pues esta escultura se ha desprendido de muchos convencionalismos representacionales del budismo, dejando una ventana para la expresión personal del artista. El primer elemento particular es la nariz; su forma puntiaguda le da al conjunto una elegancia y delicadeza única. La constumbre era representar la nariz de forma redondeada, pero, el artista al modelarla en punta, ha logrado estilizar la cara; las cejas y los ojos se han simplificado, expulsando la escultura una sensación de tranquilidad y paz interior. A esta labor presta ayuda los ojos entre abiertos y la boca que esboza un sonrisa; estas conforman una sensación de totalidad entre las partes que, en definitiva, ayuda a dar la impresión de serenidad y finura de la escultura. Los dedos colocados delicadamente en la barbilla expresan una manifiesta sensibilidad, reforzando una actitud meditativa y considerada.
En el Miroku Bosatsu, el artista a sabido colocar en los modelos chinos y coreanos la expresividad y simplicidad artística del japonés, que ya empezaba a tecnificarse. Esta escultura presenta un equilibrio pocas veces logrado en el período; entre ternura y sentimentalismo, pero sin caer en extremos. El japonés aprende en estos tiempos una lección que conserva hasta los días de hoy: con pocos elementos, simples, bien definidos y determinados, puede construir una obra capaz de expresar y a la vez esconder todo un mundo simbólico tras de sí misma.

jueves, 22 de julio de 2010

Dolls: Sawako y Matsumoto bajo los cerezos en flor.


Hace un tiempo tuve la suerte de ver la película Dolls (ドールズ, Doruzu) de Takeshi Kitano (北野 ) y darme cuenta que no es sólo un gran actor, sino también un connotado artista y director. En esta última faceta es donde ha sido más reconocido por la crítica nipona como internacional. Ha producido varias películas basadas en historias policiales y de la mafia japonesa, los Yakuza (任侠, やくざ). Sin embargo, su obra cumbre es Dolls, films que se distancia casi completamente de las historias de hombres duros, fríos y tatuados. En vez de ello, Takeshi coloca hombres melancólicos, tristes, quebrados; lanzados y arrastrados por un destino que mueve como marionetas sus vidas. Dolls presenta tres historias diferentes con un punto central en común: muestra a hombres y mujeres sujetos a un destino que los desborda. Me pareció muy bella, melancólica y poética la escena introductoria de la primera historia, que pasaré a comentar en las líneas siguientes. Primero, eso si, debo mencionar a grandes rasgos de qué consta esta historia.
La primera historia presenta la relación frustrada de Sawako (Miho Kanno, 菅野 美穂) y Matsumoto (Hidetoshi Nishijima, 西島秀俊) quien, debido a un acuerdo familiar, tuvo que romper con sawako para contraer matrimonio con la hija del presidente de una empresa. Minutos antes de la boda, se le anuncia a Matsumoto que Sawako intentó suicidarse y, aunque fracasó, perdió la cordura. De aquí, en adelante, Matsumoto lidera un camino mortuorio con Sawako, llevándosela con él y dejando a su familia, prometida, amigos y todo futuro prometedor atrás. Takeshi experimenta en esta obra las posibilidades de manifestar materialmente las afecciones de los personajes involucrados, en un código netamente japonés. En la primera escena, vemos a los personajes caminar en medio de cerezos en flor, atados por una soga roja a la cintura. Los cerezos en flor tienen una connotación doble: expresan la primavera, la estación más corta de Japón y la más esperada, además de mostrar simbólicamente la muerte. El cerezo es para el nipón la flor más deseada y hermosa, pero, debido a que su florecimiento dura apenas dos semanas, es también efímera. Se considera el cerezo el símbolo de la muerte por excelencia, es un perecer y un renacer, que los japoneses han captado en esta flor y llevado a una filosofía de vida. El cerezo es la vida hermosa, frágil y fugaz, arrebatada por la muerte. Los protagonistas se mueven bajo la melancolía y lo efímero de su existencia, unidos sólo por sus recuerdos.
Sawako y Matsumoto recorren un camino melancólico y a la vez poético, atado por una cuerda roja que los une; esta representa no sólo una atadura física entre ambos, sino que además, representa el lazo pasional. Considero esta cuerda como el símbolo del destino. En Japón se piensa que el destino es un hilo rojo atado al dedo meñique de cada persona. Este hilo está entretejido en las diferentes personas que nos topamos en la vida. Por ejemplo, una madre y su hija comparten ese hilo, su hija con su amiga, y ésta con su familia, así sucesivamente. Ese hilo une a las personas en vida antes que éstas se conozcan. Para el japonés, el concepto del destino es diferente al mundo occidental, aunque tiene algo en común: se está sujeto a él y está determinado con anterioridad. El destino son las pasiones y sentimientos irracionales que no podemos controlar, arrastrando al sujeto a la locura y la muerte. Pasó con Sawako, su pasión por Matsumoto la llevó a intentar suicidarse, y ocurrió igual con éste, quien decide encargarse de aquella. Queda pincelado el camino que arrastra a Matsumoto y Sawako a una muerte melancólica, en donde el primero asume una culpa e intenta enmendarla, pero no se da cuenta que él también a perdido su juicio. En esta escena, pese a ser la primera, introductoria a la historia, engloba y sintetiza todo el argumento del film. La escena es casi una pintura en movimiento, una obra viva que expresa materialmente aquellas emociones que por sí mismas no pueden presentarse.

martes, 20 de julio de 2010

Sakura

Los pensamientos de un hombre común.
I
Sakura: cómo no amarte intensamente. Entre casa pequeña o jardín de arena. Tu brote una gracia insipiente. Como rama seca la perla de tierra. Y mientras viajas yo prófugo. Por la niebla tal sueño con Saturno. Enajenado jardinero impregnado en melancolía. Yo riego la corola tu estéril agonía. Efímera en lienzo, húmeda seda del viento. Consagrada al viejo compositor hijo del monumento. Mientras pupilas obran tronco seco. Desnudo, ovalado, como cielo de velo oscuro. Porque soy amante, ciertamente, inseguro. Asustado tocador de luto en temeroso inicio. Cuando luz nocturna acalló cirio. Y ante labio ella muestra exuberante belleza. Cantora, hermana de espuma serena. Que violenta luna rota como pálida cadena. Sakura: deambulas entre aurora etérea que observa.
Tú amaneces en el solsticio. Con tibia cascada el tiempo matiza azulino. La rama deseosa declina lino. Hacia secretos del loto, flor ya crecida. De la ofuscada cigüeña, vieja y tranquila. Ave palaciega del pensador que retoza infinita.
Pálido aposento recuesta tu esencia. Raíz húmeda inicia estela tu tierna infancia. Y desde ventana yo espero. Al blanco vuelo como grulla. Concluye la noche con grillos anciana luna. Sobre lago manso la escarcha mengua pura.
Un anónimo tu nombre muestra. Mientras él sueña desde un antiguo faro. Primavera, un claro muestra astro tu embarazo.
Capullo soy de pisada triste. Atendiendo las siegas cuando consiguen no crecer. Yermos campos aquietan frutos imperfectos. Fríos con la nieve, hijos de invierno. En ventana la eclipsada sufriente. De tacto rosa, papel efímero está bien. Cuando bambú no tiene precio. Y espárragos exiguos rumian noches como infierno. Mi pecho erecto de dolor. Bajo las nubes amparado y bordeando montañas. Entre bosques una cabaña esperaba la helada.
En silencio mi alma alucina. Por ciudades grises mientras el tiempo marcha. Cuervo en cerro, ronda extraña. Y mono regresa al reloj de marionetas. Entre las cuatro y los sables. De naipes murallas viven tonos los sauces. En el amanecer que se propaga. Enorme nómada índigo, caprichosa mi lejana madrugada. Danzan cerezos sonajas de viento. En los santuarios animistas de viga astillada. Refulgentes tesoros cuan noche templada. Dorado polen, barnizado rezo en cobrizo ardiente. Escucha sakura: ¡cándido céfiro confiere! Las libélulas encauzando pasos de seres distantes. Aluden que, mi voz solloza, está ausente.
La neblina erotiza pasajes abandonados. Visiones que son vertidas en el puente. Junto a canciones de cuna. De mis amores, monstruos de ojos surcos. Quienes tallan poemas de errabundos. Y así versan mis gemidos que estallan. Cuando destino clama un suicidio. Emergen vistas luciérnagas revoloteando por la silueta. La sutil sombra de flor la medianoche.
En el espíritu naufraga vida. Con blancas burbujas y callada frescura marina. Desde océano revelo frente floral. Profundo mar que tormentoso arrastra su atardecer. Cuando matices cambian, árboles oscurecen. Y mis ojos ya no se ven. Entonces vienen las aguas moradas. Buda desaparece las reliquias que subliman todo. Para que reanude el otro. Marchando solitario con una mochila de plomo. Era pequeño el insecto infeliz. Ruin su tierra que a cielo mendiga. Pero libre, eludiendo castillos, iba la golondrina.
El vientre de madre neblinosa. Es ave que derroca las frías argollas. De mi creación en palacete de alondras.
Los capullos suspiran arrecife marchito. Festival de gorriones en campos de conejos. Sangre contraponen caballos y ciervos. Cuando se cubren las florestas de blanco. Que días adelantan al verano. Cerezos que viven el río que fluye. Como corolas de una cúpula sagrada. Expiados desde la lluvia, recogidos para mañana. En crisantemo hidalgo de espada. Solitarias las grullas ahogadas en agua salada. Ellas representan dolor al parir. Mi tronco desnudo, la sakura mana carmesí. Y sus ramas a finales de abril.
Llega marzo y la nevada retira. Porque despejan cielos un día que eclipsa. Al paisaje su pura soledad. Disfrazado en la memoria con fresca sensación. Absoluto artífice para el creador. Vaciando nuestro barro cocido, hijos sin cuidados. Acuosas bocas por el rocío ¡Cuántas noches que apacientan hambre y frío! Aunque pecho obtuvieron nunca rosado. Ni limosna tarde en migajas sin leche. Oscuridad estorbaba el hogar desolado. Que mi madre es hembra como tú. Bienaventurada niña del deceso, flor del cerezo.
Ruinas de la flor seda. Pureza y consuelo en tu tibio color. Lejana y solitaria mi espera.
Mira el cielo
Cerezos florecidos
Lluvia de sangre

II
Los pensamientos del Viento Divino.
Alejada de mí la naturaleza. Fértil las flores que distancian esta vejez. Ojos ajados la cáscara seca. La mano brusca tiembla cambio de estación. Soltera báscula mira pronta era. Iris del equinoccio que eterno deviene primavera. Donde no retrocedo a ser. El norte, viejo señor que se aproxima. Verano y la luna llena. Hojas rojas, otoño, soy tu desflorada apariencia. E invierno con blancura sempiterna. Cuando en montes yo apenas brisa tierna. Porque era sólo un hombre. Y también mil cosas en esta tierra. Campesino de un huerto sencillo. Donde la mañana germina el suave arroz. Comerciante que trepa la montaña. Nacido con velo y negado entre mares. Asimismo obrero de muñeco fino. Artista, filósofo y soñador en el barro. Quien compone arcilla de río. Como joven padre que almacena sus juguetes. Sin embargo, en realidad ninguno era mío.
Incluso creí ser un ladrón. Cuando transitaba solitario, mujeriego entre la naturaleza. Porque también yo fui poeta.
Llora Sakura
La muerte se transmuta.
Estación final.
Yo soy como una oda. Balada tibia del este, graciosa entre mujeres. Y oeste penetrando el atardecer. Acompaño la muerte por abismos del sur. Para quien olvida su casa. Y en el norte entre zanjas desaparece. Porque soy vocero, un trovador. De pasados dolores, expiaciones visten mis ojos. Con manos traviesas y piernas. Que tocan, corretean, los residuos de primavera. Igualmente soy abono que dispone. La materia que deslizaba un recóndito capullo. Hasta el cuenco de té. Junto a la raíz, grulla del ciprés. Allí estoy, entre bruma, aguardando. Tanto en la lluvia que te envidia. La herida que te acompaña. Melocotón tosco un yo dice: “te admiro”. Así siempre florecieras mi delirio. Árbol candelero, yo soy el viento divino. Y tú el fruto prometido. Entristecido antes que ocurriera relámpago en verano. Prosperas un ciclo que sacrifica. Tan apartada vida como plagio de piedra. O templado estero, manso oleaje del cerezo.
Alba sakura, pequeña y rosada. Quebradizo es tu sexo, perfecta la pureza. De tu virginidad siempre austera. Procura escucha a este momento. Mientras te relato la copla del destierro. Deslizándonos juntos entre los ríos. Fluimos hasta el gran océano. Ahogando pétalos por acto íntimo sublimes templos. Y abandonemos juntos el tiempo. Porque hoy te arrojas entre mis versos. Madre otra vez de blanco. Transitas este cobijo, inocente, susurrando al viento. Eres una mujer de regreso. Breve estrella en cielo lustroso de fuego. La noche es cuando desespera. En el albor vientre aurora del incierto. ¿Pero sabes qué? era perfecto. De agrura abierta, madrigal sagrado sin hilo. Quiero mostrarte mi cuerpo en su averno.
III

Sierras amplias la tierra sosiega. Con aves mágicas de muchas péndolas celestes. Entregadas a la miel y el ciruelo. Acurrucadas en el bendito espacio. Con alas pequeñas y la carita ingenua. Plumaje que todavía está despejado. Entonces madre emprende el vuelo entre copas. Resignando una estela de desconsuelo. Desde mi desidia, como un algodón desierto. Ella se derrama indiferente por los cerros. Bajo el color de mayo. De cisnes negros y de cuello largo. Cuando se manifiesta un sapo. Y pudo seducir al gran poeta Bashô. Tarde cualquiera porque ellos deambulaban sin cuidado.
¡Zas! Y todo se calmó. Del pequeño estanque a la nevada sakura. Y de sus pétalos a la luna.


Pensamientos en un puente de madera
El espíritu me hizo desigual. Aguardando de flor réplicas que no hablan. Tal vez sólo el cristal. La mancha de musa o sombra clara. Que no supe cómo abrazar. A piel vidriosa, el tallo y pezón. Entonces confusión peregrina innata al nuevo sueño.
Mientras te deseo sakura, entiendo. Explayar mi sexo es ambicionar tu encierro. Hoy que ya estoy enfermo. Como tú hemos de secarnos en paz. Lágrimas bermellón vibran nuestra carne. Porque tú no fuiste realmente mi madre. Bailarina que venía del otoño. Tímida hembra que imagina llover la sangre. Cuando tú y yo en el puente. ¡Que abata el viejo río! Para vernos, sabes, el ciclo que viene. Allí volaré hacia tu rama. Me dejaré atravesar por ti las alas. Cantaré reiteradamente a la geisha. Quien te vio en mi cuna florida. Y que yo guardaré para ti, sakura.
Vete Sakura,
El tiempo se ha muerto.
Con mis recuerdos.

miércoles, 14 de julio de 2010

Quinto Concurso Literario "Yasunari Kawabata"

El Instituto Cultural Chileno Japonés invita a todos los escritores nacionales y extranjeros a participar en el Quinto Concurso Literario "Yasunari Kawabata", género cuento breve.

Tema: Relatos relacionados con Japón

Las obras participantes deben tener una extensión máxima de 3 carillas.

Todas las obras deben presentarse a computador, a doble espacio en hojas tamaño carta. Se recomienda a los escritores dejar copia de sus obras, por cuanto éstas no serán devueltas.

No podrán participar en el concurso las obras que no sean rigurosamente inéditas; vale decir, que no hayan sido publicadas, representadas o leídas públicamente.

Los autores deberán enviar sus obras en 3 ejemplares firmados con seudónimo. A ellos se adjuntará datos personales en sobre sellado, en cuyo exterior se consignará el seudónimo y título de la obra, que contenga en su interior los datos personales:
Nombre completo - Cédula de Identidad - Dirección - Teléfono – Mail

Se establecen los siguientes premios para las obras ganadoras:

1º Premio: Medalla y diploma
2º Premio: Medalla y diploma
3º Premio: Medalla y diploma
y 5 Menciones Honrosas acreditadas en un diploma

La recepción de obras será por correo o personalmente en Seminario 15, Providencia de 10:30 a 19:00 horas hasta el 30 de Agosto de 2010.

La entrega de los premios se realizará en Diciembre de 2010.