lunes, 30 de junio de 2008

Las estatuillas de los ídolos del Jomon.








El período Jomon (縄文時代) no sólo sobresale por la producción de cerámicas, sino también por la escultura. Sus habitantes demostraron gran habilidad en trabajos manuales a temprana edad en su sociedad, como hemos visto en los objetos de barro en entradas anteriores. Lamentablemente, los objetos textiles o de material más débil que el barro no han durado hasta nuestros días, debido a la inclemencia del clima y la hostilidad geográfica. Aún con la pérdida irremediable de muchos objetos arqueológicos; muchos han sido conservados casi intactos. Entre ellos, junto a la cerámica, se encuentran unas figuras de barro llamadas dogu.


Las estatuíllas encontradas presentan un valor mayor que la cerámica conservada, la razón: la abstracción de la figura y el tema. Primer punto, la abstracción. Estas figuras, hechas de barro cocido con diseños de espirales y líneas curvas, sugieren la representación de deidades naturales. Son de tamaño más bien reducido, y algunas presentan un orificio que serviría para ser colgadas. El elemento que más llama la atención es la abstracción con que se representa la figura humana. Al parecer, las figuras se deformaban con el fin de representar un concepto abstracto. Por ejemplo, encontramos estatuillas de grandes caderas y senos que, sin duda, nos evocan las esculturas encontradas en Europa. Al igual que en las últimas, su finalidad es desconocida; pero existe la posibilidad que se trate de una deidad de la fertilidad o la procreación. Es ejemplar que desde los comienzos de la escultura japonesa la forma estaba subordinada a la idea. En relación al segundo punto, el tema, podemos argumentar su inclinación por lo sobrenatural. En realidad, la representación de las deidades naturales se realizaba con la base del modelo humano. Quizás, las deidades, aunque fueran de índole sobrenatural, se encontraban en estrecha relación con el hombre.


La confección de estas estatuas se originó en el centro de Japón, en donde yacen la mayor cantidad y variedad de dogus. A medida que se expandía su producción al este, fueron perdiendo originalidad, además de esteriotiparse. Por ende, llegamos a encontrar series de dogus, que señalan la misma deidad y, prácticamente, hechos de un mismo modelo original. La unicidad de la obra se perdía y nacía el modelo. Sin embargo, esto no quita en nada el gran poder creativo que tenía estos habitantes del neolítico; habilidad que se heredará hasta el día de hoy.






Imágenes extraídas de: ardaleth.blogspot.com y www.casazen.com